El bar de la Susy (sexta parte)

CAPITULO 1

CAPITULO 2

CAPITULO 3

CAPITULO 4

CAPITULO 5

Ahora veo las cosas de otra manera, pero entonces, pensar que mi padre se podía dedicar a algo ilegal me daba mucho miedo. Tenía miedo de que viniese la policía a casa en mitad de la noche y nos llevase detenidos a todos. Yo no imaginaba a que se podía dedicar mi padre con esos paquetes que recogía en el bar de la Susy. Yo había oido hablar de gente que traficaba con aceite, azúcar, alimentos… pero nada de eso podía contener el paquete que le fui a buscar a mi padre al bar. Y además, el hecho de que la policía estuviese vigilando de noche, supongo que a la espera de que apareciese Venancio, no era tampoco razón si lo que se traían entre manos era lo que hacían la mayoría de los estraperlistas con la comida.

Quería saber que era lo que mi padre hacía. Pero no sabía como. Se lo comenté a mi amigo Aurelio. Aurelio era un buen amigo, perdió a su padre con sólo 4 años, y su madre tuvo que sacar adelante a él y a cuatro hermanos mas. Aurelio era el mayor y llevaba mucho tiempo trabajando en una chatarrería. Apenas había ido a la escuela, pero sabía muchas cosas de la vida. Cosas que le contaba el viejo Saturno, el dueño.

Aurelio había aprendido a multiplicar oyendo a Saturno hacer cuentas por la noche. Se quedaba con él, porque le daba de cenar y así su madre no tenía que hacérsela. Además por la noche contaban lo que habían sacado por el día, y el viejo Saturno le daba alguna perrilla que Aurelio guardaba para llevar a casa. Solamente los viernes se acercaba a un estanco que también era ultramarinos, y se compraba un poco de tabaco y papel de liar.

Fumaba desde los doce años, pero solamente un par de cigarros al día.

Cuando le conté lo de mi padre, me miró y dijo.

-Yo ya lo sospechaba, Saturno me contó alguna cosa una noche que había bebido de mas. Creo que son cartillas de racionamiento, las falsifican en una imprenta ilegal y las venden.

Era creible. Yo había oido que los mas pudientes se hacían con cartillas de racionamiento especiales para sacar mas cantidad de comida, y en mejores condiciones. Y tenía que venderlo a los ricos, de lo contrario podría ser muy sospechoso.

-Pero yo que tu no me preocuparía por la policía, me dijo Aurelio. No creo que lo quieran meter en la cárcel. Lo que buscan esos es conseguir esas cartillas gratis para su uso personal. Son unos corruptos. Prefieren hacerse con una cartilla que les pueda dar aceite, carne y pescado, antes que denunciarlos. Ellos no dicen nada y hacen la vista gorda. Supongo que alguno estará esperando que le “unten” por algún servicio. Y se habrán retrasado.

Me sorprendió lo que podía saber Aurelio, pero era fácil que tuviese razón. A partir de ese día intenté averiguar algo mas sobre lo que hacía mi padre, pero no encontré nada. Unos meses mas tarde tuve la certeza de que lo que había imaginado Aurelio era verdad, pero lo contaré en otro momento.

Aurelio tenía dos años mas que yo, y eso, para mi, era como un grado superior. Fumaba, trabajaba, tenía tiempo libre mientras yo iba al colegio, se compraba tebeos… era evidiable. Se decía entre los otros chicos, que ya había tenido varias novias y que a mas de una le había metido mano. Pero no presumía de nada. Mas bien lo contrario. Y yo no me atrevía a preguntarle. Pero sin duda, lo que mas envidiaba de Aurelio era la radio que tenía. Una radio a pilas que alguien había llevado a la chatarrería, y él la había arreglado. Los domingos por la tarde se iba a la explanada, se sentaba en una piedra, ponía la radio y se fumaba un par de cigarros mientras los demás, a varios metros de distancia le observávamos y oíamos las canciones que salían de su “transistor”. Siempre era él el que se acercaba hasta nosotros para charlar.

Antes de irnos a casa, escuchábamos los resultados de fútbol, yo los memorizaba, y cuando llegaba a casa se los decía a mi padre, aunque a él solo le interesaba lo que había hecho el Madrid.

-Como ha quedado el Madrid, hijo?

-Ha ganado dos a cero

-Que grande es! Este año también nos llevamos la liga.

El bar de la Susy (quinta parte)

CAPITULO 1

CAPITULO 2

CAPITULO 3

CAPITULO 4

La relación con mi padre había sido siempre muy fria. El volvía de trabajar tarde, cenaba, escuchaba la radio, y leía alguna novela de Marcial Lafuente Estefanía, Se acostaba, y se levantaba antes de amanecer. No tenía apenas oportunidad de hablar con él. Los fines de semana se levantaba un poco mas tarde, pero salía de casa y volvía a las horas de la comida y la cena.

Mi padre había nacido en un pueblo de Salamanca, pero se vino muy pronto a vivir aquí. Su padre murió cuando él tenía unos meses. Participó en la cacería de un jabalí que tenía atemorizado al pueblo, y fué atacado por él. Según contaron lo empotró contra un árbol y se rompió todos los huesos del cuerpo. Su madre recogió sus enseres en una maleta y partieron en busca de nuevas oportunidades, estaba embarazada. Llegaron en primavera, parió en verano, y en otoño murió. Nadie sabe de que. Unos decían que de desesperación, otros de pena, y otros que de difteria. El caso es que mi padre se quedó sólo. Una vecina de la pensión donde vivían se hizo cargo de las dos criaturas hasta que entregó a mi padre y su hermana a unos comerciantes que habían estado viajando por media España y que por una enfermedad ya no podían salir mas.

Mi padre no fue a la escuela nunca, Se puso a trabajar en cuanto fue capaz de ponerse en pie. Ayudaba en el comercio que tenían en una plaza. Despachaban todo lo que se podía vender entonces. Y mi padre aprendió a contar con las monedas que veía en la caja, y a leer mirando las hojas de los periódicos que usaban para envolver la mercancía. Siempre me dijo que a mi me pagaba la escuela para que aprendiese las palabras que él nunca leyó. Decía que hay mas de cinco mil palabras que no significan nada, y mas de tres mil que se deben aprender para ser un hombre de provecho.

-Si eres capaz de hablar bien, te contratarán para un trabajo digno.

Yo tardé muchos años en averiguar en que trabajaba mi padre. Solo sabía que estaba todo el día fuera de casa, y que volvía con las manos negras. Un día lo vi pasar por la calle, iba en la trasera de un camión lleno de carbón.

Al día siguiente de entregarle el paquete, le di el recado que me había dado la Susy.

-Dijo que tenías que pagarle pronto.

-Ya, ya, no te preocupes, y no digas nada a nadie.

Yo me bajé a jugar con mis amigos a la explanada enfrente de casa, dejé a mi padre en la cocina. Ya estaba mejor, pero aún no iba a trabajar. Al rato de estar jugando a las canicas, vi salir a mi padre con el paquete en la mano. Se metió en el colmado de Blas, el tuerto, y por la ventana vi que se lo entregaba, y que Blas le daba un fajo de billetes. Me pareció mucho dinero. Mi padre se lo metió al bolsillo y volvió a casa.

Al cabo de una semana, mi padre me llevó al circo como había prometido y esa misma noche me llamó mientras mi madre estaba fregando en la cocina. Quería que fuese con él al bar de la Susy.

-No me gusta ese sitio, huele mal.

-Tu te vienes conmigo, no hay mas que hablar.

No supe a que venía ese interés. Solo quería quedarme en casa. Acudir de nuevo a ese tugurio me daba asco, repugnancia y miedo. Todo a la vez.

A mi madre le dijo que le acompañaba a buscar unas herramientas a casa de un amigo. Yo creo que mi madre lo sabía, pero no dijo nada.

Al llegar, había un buen ambiente en el bar. Había fútbol, y el bar de la Susy era de los pocos que tenía tele. Al menos una docena de clientes estaban mirando la pantalla, y un par de ellos dormitaban junto a la barra. Uno de los que estaban medio dormidos, era el mismo que vi la otra vez con un cigarro en la boca a punto de quemarse.

La Susy llevaba una blusa roja, y una falda negra. Los labios pintados del mismo color que la blusa, y unos pendientes en forma de aro del mismo color. Los ojos los tenía pintados con un color negro que no le favorecía nada. Parecía una mujer de las que salían en las revistas que mi amigo Mariano traía de Francia. Llevaba además un collar en el cuello, de falsas perlas. Se notaba a la legua.

Enseguida entendí la intención de mi padre. Quería “bautizarme”. Dijo en voz alta que yo era su hijo, que no era la primera vez que acudía al bar, pero como si lo fuera. Que hoy tomaría mi primera cerveza, que ya era un hombre, que se fijaran bien en mi cara, que si me trataban mal, se las tendrían que ver con mi padre, que era sangre de su sangre, que tenía su permiso para ir al bar cuando quisiera y a tomar lo que me apeteciese, que para eso estaba en edad de trabajar.

La susy miraba a mi padre con gesto condescendiente, y a mi con algo de pena. Cuando mi padre terminó su diatriba, algunos aplaudieron, otros me dieron una palmadita, y alguno me invitó a fumar un cigarro, que decliné. Solo el hombre del cigarro en la boca, medio dormido, no se manifestó.

Como era de esperar, mi padre se animó tanto con aquella presentación que acabó borracho, yo no pude terminar esa cerveza que me pusieron delante. Sabía a rayos. Me quedé durante horas mirando la televisión, sin saber que hacer. La susy me miraba desde la barra, mientras servía. Mi padre habló con todos los parroquianos, y con cada uno se tomaba algo, un vino, un soberano, lo que fuese.

Fueron unas horas amargas, que aún recuerdo con algo de desgana en mi cabeza, como si lo estuviese reviviendo. Poco antes de irnos, mi padre se acercó a la barra y le dió un sobre a la Susy, ésta miró el contenido, y pude ver que había unos cuantos billetes de cien pesetas y alguno de mil. Mucho dinero. Teniendo en cuenta que en casa apenas teníamos para comer, me sorprendía que mi padre fuese con esos fajos de billetes por ahi. Entre eso, y lo del paquete de unos días antes, empecé a sospechar de mi padre. Se traía algo entre manos.

Salimos del bar, era muy tarde. En la esquina de la calle había dos hombres de pie, como esperando, pasamos a su lado. Mi padre no era capaz de fijarse en ellos de la tajada que llevaba, pero yo pude reconocer a uno de ellos. Era el policía que había entrado en el bar de la Susy preguntando por Venancio. Y se me quedó mirando

El bar de la Susy (cuarta parte)

CAPITULO 1

CAPITULO 2

CAPITULO 3

Tan solo unos días mas tarde, mi padre enfermó. Nada grave, pero no se podía mover de la cama.Una de las veces que me llamó para llevarle un vaso de agua, me confesó que tenía que ir sin falta al bar a recoger un paquete que un amigo le habría dejado. No me dió mas explicaciones, solamente insistió en que no podía decirle a nadie que iba a ir, y mucho menos a mi madre. Según el, lo mejor era ir a primera hora de la noche, mientras mi madre preparaba la cena. Tenía que salir, preguntarle a Susy por el paquete de Venancio, traerlo y darselo a él, sin que nadie lo viese.

Me puse muy nervioso, no me apetecía volver allí. Me daba asco ese tugurio, esa mujer y la gente que había. Y un poco de miedo meterme por esas calles de noche yo solo.

Pero lo hice. Mi padre me prometió llevarme al circo que había venido unos días antes. Y para como era mi padre, eso era un esfuerzo y una promesa importante. Así también deduje que el paquete sería importante para él.

Se hizo de noche, me puse un abrigo, y salí a la calle.

Encontré el bar, y solo un cliente con la Susy. Dudé en entrar, pero al final abrí la puerta y me acerqué a la barra.

-Donde va este hombrecito solo, me preguntó

-Mi padre me manda a buscar un paquete de Venancio

-Y el porque no viene?

-Está enfermo en la cama, y no puede levantarse.

La Susy me miró con algo de pena, y me dijo que fuese con ella al almacén.

Nos metimos por una puerta cerca de los lavabos, estaba oscuro, y encendió una vela. Con la escasa claridad de la vela, pude ver unas estanterías llenas de cajas y botellas. Un enorme barril de vino con una fecha escrita a tiza, y unas garrafas.

También vi un par de ratas que se escondían al notar nuestra presencia, y unas cucarachas que no parecieron asustarse.

-No tengas miedo, prenda, estas son de la casa, jajajajaja.

Yo no me atrevía a decir nada. La Susy cogió una pequeña escalera de madera de 4 peldaños que había apoyada en la pared, y comenzó a subir por ella. Se subió 3 escalones y empezó a buscar por el estante mas alto. No pude evitar mirar sus varicosas piernas. La falda, no muy larga, se había abierto ante mis ojos, y pude ver donde acababan sus medias, con un par de agujeros por cierto. Era la primera vez que veía unas piernas de mujer .

Susy siguió buscando, y al final dió con lo que buscaba. Un paquete no mucho mas grande que un libro, que bajó rapidamente.

.No me habrás estado mirando el culo, eh , pillín…. . Me dijo con una sonrisa en la boca.

Mi cara adquirió entonces el color de su carmín, y ella soltó una carcajada.

-Que lindo que eres, y tan jovencito. Ay! Si te pillo con unos años mas no te escapas vivo. Dijo mientras se reía.

-Toma, esto es lo de tu padre. Dile que ya me debe dos entregas, y que no habrá mas hasta que pague. No lo abras, me has entendido?

.Si, dije.

-Ven, vamos fuera, te invito a un refresco

Salimos y ya había mas gente en la barra esperando.

-Vamos Susy, que hacías ahí dentro? Que estamos esperando… coño…. cada día te los buscas mas jovencitos.

-Vete a la mierda Penacho.

La Susy me dijo que me sentara en una de las sillas.

-Ahora te traigo una naranjada, te gusta?

Dije que si con la cabeza.

-Mientras esperas, te puedes leer este tebeo que se dejaron ayer. Y me dió un DDT que estaba por el suelo.

La Susy se puso en la barra y sirvió a los clientes, luego se acercó a mi mesa con un vaso y una botella. Me lo dejó.

-Esta también se la apunto a tu padre, no te creas. Bebetela y vete, este no es sitio para un crio como tu.

No hizo mas que decir eso, cuando se abrió la puerta y entraron dos tipos con pintas de policía. No se porque lo deduje, iban vestidos de paisano, pero algo me dijo que esos no eran clientes habituales. El silencio se hizo de inmediato en el bar. Nadie decía nada. Los nuevos visitantes se acercaron a la barra.

-Ha visto por aquí a Venancio Salazar?

-No se quien es ese, dijo la Susy.

-Ya, me lo imaginaba. De todas formas, si vuelve, le dices que si no quiere acabar como su hermano que venga a verme a la comisaría. Soy el inspector Bermúdez, y soy el que le rompió las rodillas al hermano del Venancio, se lo dices. Y también le dices que disfruté mucho haciéndolo.

Todos lo escuchamos, y pareció no importale nada.

Antes de salir, se me quedó mirando.

-Y ese crio que hace aquí?

-Es mi sobrino, dijo la Susy, pasa algo?

-Buenas noches

Nada mas salir, la Susy se acercó, me quitó la bebida que no había tenido tiempo de probar, y me dijo que saliese pitando de allí, y que no parase hasta llegar a casa.

Y así lo hice. Cuando mi padre me preguntó porque llegaba tan congestionado no supe que decirle. Solamente cogió el paquete, lo escondió bajo la cama, y me despachó del cuarto.

Las puertas de Dios

A veces me quedo pensando en las puertas de las iglesias. Y no sé si entrar. Me han parecido siempre lugares como mínimo reservados, y muy respetables. Y por eso , aunque no profese ninguna religión, me llama la idea de adentrarme en esos silencios, de sentarme a escuchar la ausencia de ruido, y a sentirme de alguna forma arropado por otros seres que han llegado hasta ese lugar arrastrados por su fé, o tal vez por la misma sensación de tranquilidad que me transmite a mi.

Siempre me ha llamado mucho la atención la separación que generan los muros de una iglesia, el exterior con sus ruidos y problemas, el interior con su paz y su suave parsimonia. Es como si la puerta de Dios (de cualquier Dios), se abriese y nos enseñase de lo que estamos necesitados.

Es muy frecuente, además encontrarse a personas rezando, o simplemente meditando (en realidad no concibo la diferencia), es entonces cuando mas se hace respetable el ser humano, cuando está consigo mismo y en su interior no hay espacio para algo que no sea la paz.

Tambien es por eso que las celebraciones religiosas no me gustan porque tratan de contentar, de concentrar, de cautivar al mayor numero de personas simultaneamente, y eso, a mi entender es imposible. La fé es algo que se cultiva muy interiormente, muy dentro. No con grandes fastuos, ni con grandes eventos multitudinarios, eso es contrario a la persona.

No se sabe a ciencia cierta, si el culto religioso es debido a una parte de nuestro ser que busca un «padre» superior, porque realmente existe, o es algo que nos hemos construido, a partir del momento en que no hemos entendido ciertas cosas. Yo soy mas partidario de la segunda opción, porque a medida que avanzamos en conocimientos, las viejas creencias, van cayendo por su propio peso, como algo que no tiene sentido en nuestros dias

El bar de la Susy (tercera parte)

CAPITULO 1

CAPITULO 2

Nunca podré olvidar la primera vez que acudí al bar de la Susy. De la misma forma que no podré olvidar la primera borrachera, o la primera pelea, ni la primera vez que los «grises» me rompieron el brazo.

Ese día lo tengo grabado en mi mente. Y creo que ella tambien, o eso dice.

Mi padre me llevó. Habiamos celebrado la comunión de mi hermana, era Mayo. Como se hacía entonces, el convite fué en la casa de mis padres, mas concretamente en el patio común. Bueno, esa era la intención, porque empezó a llover cuando saliamos de la iglesia y no paró hasta bien entrada la noche. Tuvimos que meter a todos los invitados en el salón y otras habitaciones de la casa, hasta la vecina nos dejó su piso , a cambio , eso si, de que le dieramos el recordatorio de Paulina. Bueno, el caso es que a eso de las 10 de la noche, ya solo quedaban los mas cercanos, y nos quedamos sin cervezas. Mi padre, dijo que eso no podia ser y me llevó con él al bar, para que entre los dos pudiesemos traer mas botellas.

Nunca me habia metido por esas callejuelas, y hasta creí que me habia perdido. Mi padre iba un poco borracho, y con lo que llovía, no podía fijarme en otra cosa que en el suelo. Creía que estabamos dando vueltas y vueltas sin sentido. Al final, nos metimos por una puerta de madera y cristal.

Mis gafas se empañaron por el contraste de temperatura. Allí dentro habia mas humo que el que yo nunca habia visto. Había 4 ó 5 hombres en la barra, y otros tantos en las mesas. Todos saludaron a mi padre, todos menos uno que dormia en un rincón, en un extraño equilibrio entre la banqueta y la barra, mientras sostenia un vaso en una mano y un cigarro encendido en la otra. En apenas unos segundos ese cigarro amenazaba con quemarle los dedos.

-Eh!! Raimundo, ¿a quien traes ahi?, jaja. ¿Ya quieres iniciar al chaval en este mundo?. Jaja.

-Viene a ayudarme, y ademas, ¿a ti que te importa?.

-Querrás decir que viene para llevarte luego a casa, que si no, no la vas a encontrar.

La carcajada fué general.

-Vete a la mierda, Fermin!. Susy!!, ponme un soberano- dijo mi padre mientras se acercaba hacia el fondo del bar- , y una docena de cervezas

para llevar.

Me soltó de la mano

-Tú quedate aqui, que voy a cambiarle el agua al canario- y se fué a una puerta donde se leía con dificultad «urinarios».

Me quedé pegado a la pared, y de repente se me acercó una mujer, la única que por alli habia.

-¿Cómo te llamas, guapetón?

-Gerardo- dije yo

-Yo me llamo Susy, soy la dueña ¿sabes?, y no hagas caso a estos, están todos borrachos. Tienen mucha boca, pero pocos güevos. No te harán nada.

En ese momento, el hombre del rincón, sin despertarse, dió una calada a su cigarro, justo en el momento es que éste le iba a quemar.

-¿quieres tomar algo, prenda?- dijo la Susy

Negué con la cabeza. Del interior de la habitación donde se habia metido mi padre, salian unos ruidos.

-Vaya tajada que lleva tu padre, ya está vomitando, y no tengo serrín, mierda!!.

Yo estaba asustado, pensaba que mi padre nunca saldría de alli. El tipo del rincon tiró el cigarro ya consumido al suelo, y gritó:

-Susy, ponme un vino.

-Te esperas!!!!.- Entonces se dirigió a mi- Mira, será mejor que te tomes algo. Tu padre tiene para un rato.Quieres una pepsi?

-Bueno, gracias.

La Susy se metió por debajo de la barra, y apareció al otro lado, sacó una botella y un vaso. Echó un trozo de limón. Se acercó al del rincón , y le llenó el vaso que tenía vacio. Me acercó mi pepsi

-¿La quieres con pajita?

Todos se echaron a reir, hasta el que estaba dormido.

-A mi!, a mi!!,- gritaban algunos.

-Sois unos cerdos, os voy a echar del bar, por guarros. – gritó ella

Justo en ese momento salió mi padre.

-Y el soberano?? Susy!!, ¿donde está mi coñac?.

-Ya va!!!!.

Estuve alli durante un buen rato, mi padre se tomó, no uno, sino 3 soberanos, y yo me quedaba mirando a todos esos tipos, el del rincón, se encendía cigarro tras cigarro, y bebía vaso, tras vaso, sin abrir los ojos. Otros jugaban al dominó, y alguno se acercaba demasiado a la Susy, porque ésta lo despachaba con viento fresco, y con alguna otra palabra.

Al final, se acercó y me dijo:

-Será mejor que te lleves a tu padre de aqui, lleva mucho alcohol en el cuerpo

Le metió la mano en el bolsillo y sacó unas monedas

– Ya me he cobrado Raimundo, vete con el chaval.

Ella me dió dos besos, que me supieron a suciedad. No se si fué por el carmín de sus labios, tan pegajoso, o por el sudor de sus mejillas, o por el olor que despedía, o por todo a la vez. Pero me prometí no volver a pisar ese antro.

Salí con mi padre, habia parado de llover, y nos costó mucho encontrar la salida, por supuesto las cervezas nos las dejamos en el bar. Cuando llegamos a casa, no quedaba nadie. Mi madre se habia dormido, mi hermana tambien. Me metí en la cama vestido, sólo me quité los zapatos, y durante mucho tiempo no pude conciliar el sueño, en mi mente estaba la imagen de esa mujer que me traía recuerdos sucios, olores extraños y ganas de vomitar. Al final los ronquidos de mi padre, sirvieron de nana y concilié el sueño.

Había sido mi «bautizo» en el bar, y aunque no lo sabía, iba a tardar poco en volver.

El bar de la Susy (segunda parte)

CAPITULO 1

CAPITULO 2

-¿Por que vienes a mi bar? -me preguntó una vez la Susy – aqui no hay nada que a ti te pueda interesar.
Mis bebidas son las mismas que en cualquier otro bar. Incluso hay muchas de garrafón, las tapas se pegan dos o tres dias encima de la barra, sin meterlas a la nevera. La barra, dicho sea de paso, la limpio una vez al dia, como mucho. Hay cucarachas por los rincones. El váter no funciona, huele mal, No he pintado desde hace años, la tele es un desastre, que no se oye, y casi no se ve. La gente que viene aqui, es muy distinta a ti.

Pongo música con la que bailaban tus abuelos, las mesas están destrozadas, y la fórmica de las sillas, está levantada, y a veces rompe los pantalones de la gente. No vienen mujeres casi nunca. Mis precios son abusivos, en vista a lo que ofrezco. No he pasado un control de sanidad desde hace años, entre otras cosas porque los inspectores no son capaces de encontrar el sitio.
El horario del bar, no es el mas indicado para ti. Tienes decenas de bares cerca de aqui, que te ofrecen servicios mucho mejores que los mios en todos los aspectos. Y desde luego no puedes decir que vienes por mi, a ver mi «cuerpo serrano»

Me quedé mirando su cara, sonriente, mostrando sus dientes ennegrecidos, sus labios sobradamente pintados, su escote, balcón de unos arrugados y castigados pechos. Su mirada miope, aunque no lo reconozca, sus manos callosas, y desgastadas, sus uñas rotas. Y solo acerté a decirle:

-¿Y te parece poco?, mientras le besaba el dorso de su mano, cerca del anillo que un parroquiano le dejó en prenda por una botella de vino rancio, y un «refriegue» en el almacén.- ¿Donde puedo encontrar todo esto junto?.

Ella sonrió, me puso un vaso de mi vino preferido,(ella y yo sabemos que no es un Rioja de crianza, pero jugamos a que nos lo creemos), y me dijo:

-Esta la pago yo, pero como lo digas a los demás, no te dejaré entrar mas.

El bar de la Susy (primera parte)

CAPITULO 1

El bar de la Susy, es un antiguo tugurio que se encuentra perdido entre las calles de mi barrio. Es muy posible que si no te lleva nadie, no sepas encontrarlo. Por eso la susy es tan agradecida con su clientela, porque siempre somos los mismos, y no hay sorpresas entre los «feligreses».

A la susy (que en realidad se llama Francisca como su madre), le pasó el bar un holandés que habia venido a España en la epoca del extraperlo, a hacerse rico, y lo usaba como almacen clandestino de azucar y aceite sobre todo. Cuando se hizo con un fardo de billetes, y se aseguró un retiro en su pais volvió. La pena fué que a los 5 dias de haber llegado a su casa, un perro rabioso le mordió en los testículos, y no pudo superar el tratamiento, y falleció entre dolores horrorosos.

La susy tenia 22 años cuando se hizo cargo del bar. Puso una barra de marmol, unas mesas de fórmica con sus sillas, y un futbolin en el rincón , y le compró una partida de botellas a un amigo de su padre. Con eso empezó a funcionar. En los ultimos 50 años sólo ha hecho dos reformas, una para cambiar el baño que se cargó un falangista cuando murió Franco, y la tele en blanco y negro, que puso para ver las corridas de toros de Antonio Bienvenida.

Esa tele aguanta, aunque ya no tiene sonido, y por las esquinas se ve todo negro, solo la imagen del centro es algo nítida.

Pero eso a los parroquianos de su bar no nos importa. Solo Ramón, se enfada y le arrea con sus muletas para intentar equilibrar el color.

A mi me gusta bajar a su bar por las noches, porque alli todos los que vamos nos respetamos, y puedo sentarme en una de sus sillas ante la mesa, y escribir alli mis cosas, mientras escucho alguna vieja cinta de Rafael Farina, o de Jorge Negrete, en su viejo radiocassette que le dejó un novio que nunca mas volvió. A veces la Susy aun llora amargamente y en silencio por él.

La Susy nunca abre antes de las 6 de la tarde, y cierra a las 6 de la mañana, todos los dias del año, salvo uno. Por las mañanas duerme, y por las tardes se va al cementerio a ponerle flores y a lavar la tumba de sus padres y de su hermano Ramiro, que murió en el frente cuando solo tenia 19 años. En realidad su hermano no está entrerrado alli, porque su cuerpo no fué encontrado jamás, pero la Susy le pagó con su dinero una lápida junto a la de sus padres.

Antes , hace muchos años, el bar se llenaba por las noches cuando habia combates de boxeo, y la gente animaba como podía a Urtain, Legrá, Carrasco, Evangelista o Perico Fernández. Luego dejaron de emitirlos y la Susy lo notó.

Ahora solo bajamos los de siempre y a veces jugamos a adivinar lo que dice la tele. El otro dia cuando bajé estaba la Susy en la barra con su vestido negro, el de los martes, junto a Ramón, Benito y el Floren. Miraban a la tele mientras sacaban sus conclusiones:

-Ese me parece que es el torero ese que se metió a Guardia Civil y se casó con la cupletista

-Pero que dices Floren, ese que tu dices murió hace dos años de un accidente de avion

-Yo creo que es el que se casó con la Karina.

-Y el que lo presenta, ¿no es el hijo de ese que presentaba el 1, 2 , 3?. Porque se parece

-Pues ahora que lo dices….

-Fijate lo bien vestidos que van esos tres, seguro que son importantes.

-Yo los he visto en algun telediario o algo asi.

-Ramón dale con la muleta , que se está oscureciendo .

Pum, pum

Ninguno tenía razón, claro, yo sabía quienes eran. Pero eso a ellos no les iba a solucionar nada, y a mi me convenía que siguiesen asi, para poder escribir esto. Siguieron asi hasta bien pasadas las dos de la mañana. Luego comenzaron a contarse sus cosas, la Susy, seguía poniendonos «solysombras», y los dejé cuando empezaba a amanecer.

Recordé que era curioso que el nombre de ese programa fuese el mismo que el del bar de la Susy. El nombre que le habia puesto el holandés. Y recordé que cualquiera de las historias que yo había escuchado en el bar de la Susy tenía mas mérito y mas humanidad que cualquiera que contasen por la tele. Y recordé tambien que no habia felicitado a la Susy, y mañana no abriría, era su cumpleaños.

Y mientras volvía a casa pensaba a donde iría la Susy el dia que no abría el bar.

El otro día (29-11-09)

El otro día me reuní con un cliente, no muy 2.0 pero que poco a poco va entrando en la nube.

Habíamos quedado para repasar un presupuesto y ponernos mano a la obra.

El caso es que me había olvidado el presupuesto en la oficina, y acudí solo con el portátil. Habíamos quedado en un bar, cerca de su oficina, para tomar un café. Llegué, nos pusimos a hablar y le pregunté si había traido él el presupuesto, me dijo que no, que no había subido aún a su despacho.

No pasa nada, le dije, encendí el portátil, me conecté a la wifi del bar, y en un par de minutos, estaba dentro de Google Docs, donde suelo guardar documentación que quiero que esté siempre a mano. Se lo saqué por pantalla y hablamos sobre él.

Cuando terminamos, me preguntó sobre Google Docs. El se mueve mucho por España, y siempre va cargado con un portátil, se dedica al mundo del espectáculo, y tiene un par de colaboradores, con los que crea canciones, monólogos, y cosas asi. Al ver que se podían compartir documentos y carpetas se le abrió un mundo:

«Eso podría ser genial. Ahora es un lio, nos mandamos correos, pero por distintas razones, no coordinamos bien los textos, y siempre hay que esperar a estar todos juntos para concluirlos. Con esta herramienta, puedo saber quien lo modifica, que pone, aprobar o no las modificaciones, etc. Es fantástico».

Vi que le había gustado y que se iba a apuntar a su uso, sin embargo, el comentario final que hizo me desanimó un poco al respecto:

«Claro que mis colaboradores son de los papel y boli. Me cuesta horrores que me manden correos, como para enseñarles esto».

Lamentablemente tenía razón. Su gozo en un pozo. Le sugerí darles unas clases a sus colaboradores, pero me dió un par de razones bastante poderosas para no intentarlo, que prefiero no comentar.

El caso es que me quedé con las ganas de explicarle Google Wave, y el partido que le podría sacar, pero sería ponerle la miel en los labios, y no era plan. Tal vez otro día.

Nota: Esta historia puede ser totalmente falsa, o no

INMORTAL

Mi amigo Fernando Sarría me ha publicado en su blog este relato que le mandé hace unas semanas. Gracias Fernando:

Nos veíamos a menudo. Al menos una vez por semana. Ella siempre venía con un libro en la mano. Lo llevaba forrado, no le gustaba que nadie supiese que estaba leyendo. A mi si que me dejaba mirarlo. En una ocasión, lo terminó mientras estábamos en el parque. Inmediatamente, le quitó el forro, lo guardó en el bolso, sacó uno nuevo, le puso el forro, y comenzó a leer. Cuando apenas llevaba unas páginas, lo cerró y lo dejó sobre la mesa.No quiero que pase tiempo entre que termino uno, y empiezo el otro, me dijo. Si tengo algo que leer, continuó, pienso que no vendrá la muerte a por mi. No puede venir si estoy con una historia a medias. Es una forma de ser inmortal.

LA HORA QUE NO TENÍA QUE SER

Mi buen amigo Fernando Sarría inauguró hace unas semanas un nuevo blog, y me animó a participar. Se trata de un blog en que publica microrelatos.

Le mandé uno… y me lo ha publicado. Gracias Fernando!!

No era ni temprano ni tarde, simplemente era la hora que no tenía que ser. No encontró su ropa al levantarse, ni los zapatos. Un viejo pijama era su única vestimenta.
Trató de recordar cuando había llegado allí, con quien, a que hora, pero su mente estaba en blanco. Recordaba la habitación, la casa, pero estaba seguro que no era la suya. Se asomó a una ventana, una avenida pero casi vacía, apenas unos coches y unos viandantes allá abajo, a ocho pisos de altura. Se acercó al baño, orinó. Pasó a la cocina, busco algo de comer. La nevera llena de comida, cogió una caja de leche y unos bollos de la encimera. Calentó el desayuno y se lo tomó. Puso la radio, noticias.
«Faltan dos horas y cuarenta minutos para el final» . Solo se escuchaba una cuenta atrás y algo de música en otras emisoras. Buscó una tele, la encontró. La encendió y lo mismo que en la radio: «Faltan dos horas y treinta y dos minutos para el final». Ahora no había nadie en la calle. Se quedó esperando. Dentro de ciento cincuenta minutos sabría la razón por la que estaba allí.